Hermoso dolor, que hoy me cubres con tu manto,
te siento tan profundo y real,
que apenas puedo resistir el llanto,
pero a la fortaleza de mi abuela, debo ser leal.
Descubrí, con fugaz lucidez,
que no debo de huir de ti,
sino aprender a vivir contigo,
y así, abrazar la vida en su plenitud.
Hoy que coloreas mi alma,
me doy cuenta que tengo el poder de decidir,
y decido saborear cada color con calma,
hasta que el tiempo te invite a partir.
El mismo tiempo que hoy me aleja de ti,
querida abuelita,
será el que un día me permita volver a verte,
hasta entonces, viviré mis días con tus enseñanzas
y extrañando tu increíble sazón.